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Los Padres de la Iglesia en la Iglesia Actual



El reexamen de las varias etapas de la historia de la teología revela que la reflexión teológica nunca ha renunciado a la presencia afianzadora y orientadora de los Padres. Al contrario, ella ha tenido siempre la viva conciencia de que en los Padres hay algo especial, de irrepetible y de perennemente válido, que continúa viviendo y resiste a la fugacidad del tiempo. Como se expresó a tal propósito el Sumo Pontífice Juan Pablo II, de la vida extraída de sus Padres la Igleisa vive todavía hoy; sobre los fundamentos puestos por sus primeros constructores todavía se edifica hoy en el gozo y en la pena de su camino y esfuerzo diario.

Frente a la esterilidad de tantos esfuerzos, el pensamiento se vuelve espontáneamente a aquel saludable soplo de verdadera sabiduría y autenticidad cristiana que emana de las obras patrísticas. Los Padres, demuestran una vitalidad siempre actual y tienen muchas cosas que decir a quien estudia o enseña teología.

Aspecto de la situación actual

El estado actual de la patrística en los institutos de formación sacerdotal está en estrecha relación con las condiciones generales de la eseñanza de la teología: con su planteamiento, estructura e inspiración fundamentales; con la calidad y preparación de los profesores, con el nivel intelectual y espiritual de los alumnos, con el estado de las bibliotecas y con la disponibilidad de los medios didácticos.

La Congregación para la Educación Católica, en la Ratio fundamentalis institutionis sacerdotalis y en el documento sobre La formación teológica de los futuros sacerdotes reafirma las citadas prescripciones del Concilio Vaticano II, poniendo de relieve algunos aspectos importantes:

Según la Ratio fundamentalis, los profesores y los alumnos deben adherirse fielmente a la Palabra de Dios, contenida en la Escritura y en la Tradición..., deduciendo su verdadero sentido "principalmente de las obras de los Santos Padres". Ellos merecen gran estima porque su obra pertenece a la tradición viviente de la Iglesia, la cual, por disposición providencial, ellos han hecho aportaciones de valor duradero en épocas más favorables a la síntesis de la razón y la fe. Un mayor acercamiento a los padres puede considerarse, por tanto, como el medio más eficaz para descubrir la fuerza vital de la formación teológica y, sobre todo, para insertarse en el dinamismo de la Tradición, que preserva de un exagerado individualismo, garantizando objetividad de pensamiento.

Los Padres, en efecto, son una estructura estable de la Iglesia, y para la Iglesia de todos los tiempos cumplen una función perenne. De modo que todo anuncio o magisterio posterior, si quiere ser auténtico, debe conforntarse con su anuncio y su magisterio; todo carisma y todo ministerio debe encontrar la fuente vital de su paternidad; y toda piedra nueva añadida al edificio... debe asentarse sobre las estructuras ya establecidas por ellos y en ellas afirmarse y compenetrarse.

Por qué estudiar a los Padres

1 Los Padres son testigos privilegiados de la Tradición.
2 Ellos nos han transmitido un método teológico que es a la vez luminoso y seguro.
3 Sus escritos ofrecen una riqueza cultural y apostólica, que los hace grandes maestros de la Iglesia de ayer y hoy.


Fueron ellos los que fijaron el Canón completo de los Libros Sagrados., y precisaron el depósito de la fe en confrontaciones con las herejías y la cultura de la época, dando así origen a la teología. Además son también ellos los que pusieron las bases de la disciplina canónica ("Statum Patrum", "traditiones patrum"), y crearon las primeras formas de la liturgia, que permanecen como punto de referencia obligatorio para todas las reformas posteriores.

Seguir la Tradición viva de los Padres no significa agarrarse al pasado en cuanto tal, sino adherirse con sentido de seguridad y libertad de impulso en la línea de la fe, manteniendo una orientación constante hacia lo fundamental: lo que es esencial, lo que permanece y no cambia.

Los Padres son testigos y garantes de una auténtica Tradición católica y, por tanto, su seguridad en las cuestiones teológicas fue y permanece siempre grande.

Los Padres son en primer lugar y esencialmente comentadores de las Sagradas Escrituras: divinorum librorum tratctatores. En ese trabajo es verdad que, desde nuestro actual punto de vista, su método presenta ciertos límites que no se pueden negar. Pero a pesar de ello, sus méritos para una mejor comprensión de los Libros Sagrados son incalculables.

La Sagrada Escritura era para ellos objeto de veneración incondicional, fundamento de la fe, tema constante de la predicación, alimento de la piedad y alma de la teología. Defendieron siempre su origen divino, su inerrancia, su normatividad, su inagotable riqueza de vigor para la espiritualidad y la doctrina.

La teología nació de la actividad exegética de los Padres, "in medio Ecclesiae", y especialmente en las asambleas litúrgicas, en contacto con las necesidades espirituales del pueblo de Dios. Una exégesis en la que la vida espiritual se funde con la reflexión racional teológica mira siempre a lo esencial, aunque en la fidelidad a todo el sagrado depósito de la fe. Se centra enterametne en el misterio de Cristo, en el cual convergen todas las verdades particulares en una síntesis admirable. Seguir a los Padres en su itinerario teológico significa captar más fácilmente el núcleo esencial de nuestra fe y "specificum" de nuestra identidad cristiana.

La veneración y la fidelidad de los Padres en relación con los Libros Sagrados van parejas con su veneración y fidelidad a la Tradición. Ellos no se consideran dueños sino servidores de la Sagrada Escritura, recibiéronla de la Iglesia, leyéndola y comentándola en la Iglesia y para la Iglesia, según la regla propuesta y explicada por la Tradición eclesiástica y apostólica.

Otra característica importante y actualísima del método teológico de los Padres es que ofrece luz para comprender mejor según qué criterios la fe, teniendo en cuenta la filosofía y el saber de los pueblos, puede encontrarse con la razón.

Anclados en la norma de la fe, los Padres acogieron muchas de las aportaciones de la filosofía greco-romana, pero rechazaron sus graves errores, evitando especialmente el peligro del sincretismo tan difundido en la cultura helenística entonces dominante, como también el racionalismo que amenazaba reducir la fe sólo a los aspectos aceptables para la racionalidad helénica. Es preciso defender la doctrina cristiana contra sus grandes errores, escribe San Agustín.

En otras palabras, los Padres, conscientes del valor universal de la revelación, iniciaron la gran obra de inculturación cristiana, como se dice hoy en día. Han llegado a ser el ejemplo de un encuentro fecundo entre fe y cultura, entre fe y razón, permaneciendo como guías para la Iglesia de todos los tiempos, empeñada en anunciar el Evangelio a los hombres de culturas tan diversas y en trabajar en medio de ellos.

Así los Padres llegaron a ser los iniciadores del método racional aplicado a los datos de la revelación, y promotores esclarecidos del "intellectus fidei" que forma parte esencial de toda auténtica teología. Su cometido providencial fue no sólo defender el cristianismo, sino también repensarlo en el ambiente cultural greco-romano; encontrar fórmulas nuevas para expresar una doctrina antigua, fórmulas no bíblicas para una doctrina bíblica; presentar, en una palabra, la fe en forma de razonamiento humano, enteramente católico y capaz de expresar el contenido divino de la revelación, salvaguardando siempre su identidad y su trascendencia.

Para ellos, la fe católica proviene de la doctrina de los Apóstoles... y recibida a través de una serie de sucesiones, habia que transmitirla íntegra a la posteridad. Por ello la trataron con el mayor respeto, con entera fidelidad a su fundamento bíblico, y al mismo tiempo, con una justa apertura de espíritu hacia nuevas necesidades y nuevas circunstancias culturales: ls dos características propias de las tradición viva de la Iglesia.



Miguel Angel Ponce R.


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